Ecuador
El hecho de aterrizar en Quito comporta frecuentemente emociones fuertes. El tiempo está nublado y mientras descendemos hacia el fondo del valle donde se sitúa el aeropuerto nos encontramos rodeados de imponentes montañas andinas que podemos contemplar por breves instantes en algunos claros que se abren entre las nubes. Parece imposible que el enorme avión que se desplaza a cientos de kilómetros por hora pueda sortear ese caos de picos que le amenazan por todas partes para acabar posándose en la pista de este singular aeropuerto.
Estamos en medio de la colosal cordillera andina, sobre la elevadísima columna vertebral que divide a este increíble país en tres territorios netamente diferentes: la costa cercana al Pacífico, tierras bajas tropicales; la Sierra, formada por los valles y las montañas de los Andes que alcanzan grandes altitudes; y el Oriente, la zona de selva tropical que desciende hacia la gigantesca cuenca fluvial del río Amazonas.
Esta variedad geográfica excepcional es uno de los rasgos más sobresalientes de un país cuya extensión es relativamente modesta, puesto que no llega a la mitad de la que tiene España. No solo la variedad, algo que se da en muchos otros lugares, llama la atención, sino las características tan radicalmente diferentes que se dan entre los tres territorios. Las impresionantes altitudes de la cordillera no solo determinan unas diferencias climáticas extraordinarias entre las tierras altas y los las llanuras occidentales y orientales sino que forman una barrera casi insalvable entre los territorios que se hallan a uno y otro lados de las montañas. Todo esto confiere al Ecuador un interés y un atractivo muy especiales, un aliciente que es difícil encontrar en otros lugares.
Al contemplar esta naturaleza sin igual podemos comprender que un hombre con unos conocimientos y una capacidad de observación extraordinarios, como Alexander Humboldt, descubriese aquí algunos de los rasgos esenciales de la formación de la Tierra y formulase las teorías que darían paso a las nuevas concepciones de la Geografía moderna.
Figura 1. El valle de Quito desde la cima del Pichincha |
Estos rasgos geográficos tan destacados han condicionado la historia de la capital que hoy podemos contemplar. Quito se encuentra ubicada en una hoya a la no despreciable altitud de 2.700 metros, a la falda del volcán Pichincha, volcán que sin ser de los mayores, permanece activo y se eleva hasta los 4.780 metros. El Pichincha es compañero imprescindible de la ciudad, centinela que la vigila día y noche. Humboldt, que no se contentaba con observar de lejos sino que tenía un gran empeño en ver de cerca todos los elementos geográficos que estudiaba, ascendió a la cima del Pichincha en 1802. Los turistas modernos lo tenemos mucho más fácil pues podemos ascender a esta cumbre, rápida y cómodamente, mediante un teleférico. Desde allí podemos contemplar cómo la ciudad se extiende por el valle y trepa por las laderas como si la viésemos desde un avión (figura 1).
Quito es una ciudad que, sin perjuicio de los barrios modernos en que se ha ido extendiendo, mantiene en su centro histórico a la vez un marcado carácter indígena y una fuerte impronta de la época colonial. A los pies del monte Panecillo, donde una gran imagen de la Virgen contempla la ciudad, se ubica el Quito antiguo y colonial: En pocos lugares se puede encontrar actualmente un conjunto tan armónico (aunque en ocasiones bastante deteriorado) de calles, plazas, casas, iglesias y edificios señoriales que nos trasladan a 400 o 500 años atrás. El casco histórico de Quito tiene una belleza muy llamativa que nos permite comprender la importancia que tuvo esta ciudad desde principios del siglo XVI y la impresionante labor colonizadora que hicieron los particulares y las instituciones, principalmente las órdenes religiosas.
De este conjunto impresionante destacan algunas joyas históricas y arquitectónicas verdaderamente excepcionales, de las cuales dos merecen una mención especial. El primer lugar, la iglesia de la Compañía de Jesús, conocida familiarmente como “La Compañía”, que tiene una excepcional portada barroca labrada en piedra volcánica, una de las mejores muestras de la arquitectura barroca del mundo, en la que la piedra grisácea se curva y se retuerce tomando formas casi inverosímiles formando sin embrago un conjunto de gran armonía y plasticidad. Esto no impide que el interior de la iglesia supere en belleza y barroquismo a la portada. Todos los techos y paredes están recubiertos de una bellísima y riquísima decoración barroca compuesta de láminas de oro, que produce destellos dorados a la luz de las lámparas y las velas. La atmósfera interior es muy difícil de describir. Es como estar en medio de una cueva de oro, toda ella recubierta de formas y figuras de gran belleza, labradas por manos expertas y delicadas, dando al conjunto una apariencia de irrealidad. Podríamos pasar horas contemplando la enorme profusión de figuras y detalles ornamentales y cada vez nos resultaría más incomprensible cómo pudo llevarse a cabo una obra semejante en un lugar tan inaccesible y tan alejado de los centros de poder como el altiplano andino (figura 2).
Figura 2. La iglesia de La Compañía (Quito)
Si cualquier ciudad del mundo podría envidiar a Quito por tener un templo como La Compañía, la capital andina puede presumir de tener a escasos metros de distancia otro conjunto arquitectónico de características similares, aunque con algunas diferencias. Se trata del famoso convento de San Francisco, considerado el conjunto arquitectónico colonial más vasto de los innumerables construidos en tierras americanas. Se fue construyendo en varias fases a los largo de más de 150 años y ello hace que presente una mezcla de estilos que resulta sin embrago de gran armonía.
Figura 3. El convento de San Francisco (Quito) |
La singular ubicación geográfica de Quito, situada a una altitud considerable y rodeada de grandes montañas y a escasos kilómetros de distancia del Ecuador, hace que goce de un clima característico bastante agradable. La cercanía al Ecuador hace que las temperaturas sean relativamente cálidas y muy estables a lo largo del año pero la altitud las modera y suaviza en gran medida. Las precipitaciones son bastante abundantes, como corresponde al clima intertropical y frecuentemente descargan en forma de breves y fuertes tormentas gestadas en las alturas de la sierra.
Desde Quito es relativamente fácil acercarse a contemplar de cerca algunos de los colosos andinos que forman la Avenida de los Volcanes. Este impresionante valle formado por dos ramas paralelas de los Andes tiene unos 300 km de largo y unos 50 de ancho, formando uno de los territorios más originales y espectaculares del mundo. Cuenta con más de 60 grandes volcanes, muchos de los cuales hemos oído mencionar desde la infancia y hacen que nuestra imaginación piense en enormes picos nevados echando humo y lava: Cotopaxi, Cayambe, Chimborazo… Otros probablemente nos sean mucho menos conocidos pero son igual de importantes y en ocasiones más mortíferos: Tingurahua, Ilinitza, Sangay, Antisana, Altar, etc.
Cada uno de estos gigantes, todos ellos con altitudes superiores a los 5.000 metros, es en sí mismo un accidente geográfico del máximo interés, pero si tenemos en cuenta que muchos de ellos son volcanes que entran en actividad con cierta periodicidad y añadimos la extraordinaria concentración de picos de estas características, podemos comprender la singularidad de este territorio. La ascensión a este tipo de picos supera mis capacidades físicas pero sí he tenido la oportunidad de visitar de cerca algunos de estos colosos y hasta de subir algunos cientos de metros por sus escarpadas laderas. Tal es el caso, por ejemplo, del Cotopaxi, que con sus 5.897 metros es uno de los volcanes activos más altos del mundo, además de permitir vistas de una belleza fiera y deslumbrante (figura 4).
Uno de los volcanes más famosos de esta cadena es el Chimborazo por ser el que alcanza una mayor altitud sobre el nivel del mar (6.263 metros). Tiene además la singularidad de ser el punto más alejado del centro de la Tierra, superando en más de 2 km al Everest. Este curioso fenómeno es debido a la proximidad al Ecuador. El Chimborazo es menos espectacular que otros montes de la zona menos elevados por tener una cumbre más ancha y redondeada pero cuando el día está claro proporciona vistas sobrecogedoras.
Figura 4. La cumbre nevada del Cotopaxi |
.jpg)
Figura 5. El Chimborazo pintado por Humboldt y Bonpland
Una visita obligada desde Quito es al lugar conocido como la Mitad del Mundo, lugar exacto por donde pasa la línea imaginaria del Ecuador de la Tierra. Es un sitio turístico cuyo interés es meramente histórico y científico. A mediados del siglo XVIII se desplazó a este lugar el francés La Condamine para aclarar definitivamente si la Tierra tiene forma achatada por los polos. Se eligió Ecuador para hacer estos estudios porque era parte de España y presentaba mucha más estabilidad política que otros lugares del globo. De esta misión científica derivó la definición de algo tan esencial para nuestra vida como la longitud del metro. Obviamente, nada especial sentimos cuando andamos por la línea que separa los dos hemisferios de nuestro planeta pero eso no impide que se trate de un lugar curioso que atrae a muchos visitantes.
Es sabido que los mercados son lugares especialmente atractivos para los viajeros porque en ellos pueden contemplarse de cerca las costumbres y atuendos locales y retazos auténticos de la vida cotidiana. Los mercados indígenas de la cordillera andina tienen un sabor muy particular porque mantienen su carácter popular y permiten acercarse a las diversas etnias indígenas que viven en las montañas y descienden periódicamente al valle para intercambiar sus productos.
Figura 6. El mercado de ganado de Otavalo |
La actividad comienza de madrugada y se extiende por amplias zonas de la ciudad ocupando plazas y calles. Existen grandes puestos con instalaciones formales mientras que cientos de vendedores se sientan en las aceras ofreciendo su mercancía. Las zonas están más o menos especializadas por áreas: alimentación, textiles, abalorios y bisutería, cachivaches para la casa… La zona destinada a mercado de ganado se encuentra en las afueras de la población, algo alejada del centro. No faltan numerosos puestos dedicados a servir platos tradicionales de todo tipo (figura 7).
Figura 7. Puesto de comida en el mercado de Otavalo |
Figura 8. Pequeña otavaleña en su puesto de tejidos |
Una de las más atractivas para mí es la región selvática que se inclina hacia la cuenca del Amazonas y que es conocida en Ecuador familiarmente como “el Oriente”. Por cierto que el Amazonas fue descubierto y explorado por primera vez por un occidental por Francisco de Orellana, quien partió de Quito para realizar una admirable gesta que por uno de esos misterios que tiene la historia es mucho menos conocida que otras más modestas. Desde Quito inició con sus hombres la ascensión a los Andes y de ahí emprendió un azaroso viaje que duró muchos meses y que le llevó a navegar miles de kilómetros por diversos ríos de la cuenca amazónica como el Coca, el Napo, el Negro y el propio Amazonas. Por cierto que este inmenso río recibió un nombre relacionado con la mitología griega porque los españoles hubieron de enfrentarse a grupos de indígenas liderados por mujeres o, tal vez, varones con el pelo largo que ellos tomaron por mujeres. Orellana consiguió volver a España pero acometió una segunda expedición por el Amazonas y allí encontró la muerte.
Tena es la ciudad más importante de la zona oriental de Ecuador pese a contar con una población que no llega a los 25.000 habitantes, lo que nos da idea del bajo nivel de densidad de población que todavía existe en estos territorios. Desde allí, dependiendo del tiempo y las ganas de que dispongamos podemos descender más o menos hacia el interior de la inmensa cuenca amazónica.
Figura 9. Navegando por el río Napo |
A partir de Tena vamos a encontrar en seguida el río Napo, uno de los tributarios del Amazonas, éste todavía muy lejano, que nos va a permitir desplazarnos con relatividad facilidad por una maraña de ríos gigantescos y de riachuelos apenas penetrables (figura 9). Al contemplar estos ríos inmensos que atraviesan una planicie cubierta de vegetación selvática y con una temperatura de 30 grados y una humedad del 90% resulta casi increíble que estemos a unos 100 km en línea recta de la no menos inmensa cordillera andina y de sus picos nevados de más de 5.000 metros de altitud.
También podemos hacer el viaje de Quito a Tena partiendo hacia el sur y pasando por Latacunga, Ambato y Baños de Agua Santa, un recorrido mucho más largo (325 km) pero también más cómodo y que permite pasar por puntos muy atractivos. Todavía bastante cerca de Quito dejamos el Cotopaxi a mano izquierda y algo antes de llegar a Baños contemplamos a mano derecha la inmensa mole del Chimborazo. Baños de Agua Santa es una bonita ciudad, tradicional centro turístico y vacacional para los ecuatorianos porque goza de un clima excelente y de numerosos atractivos naturales. Está situada a los pies del volcán Tungurahua, una amenaza permanente que de cuando en cuando entra en erupción y nos es raro que provoque daños y desgracias importantes. Como su nombre indica, se trata de una ciudad balneario famosa por sus aguas. En los alrededores hay numerosas cascadas y saltos de agua, algunos de gran belleza. Las aguas sulfurosas naturales se han aprovechado para construir piscinas y balnearios que, aparte de su finalidad como lugares de ocio, poseen propiedades curativas por las grandes cantidades de sales en disolución que contienen. Por todo ello, la ciudad de Baños resulta un lugar muy recomendable para pasar unos días de descanso disfrutando de sus aguas y de sus paisajes.
He dicho que este trayecto es más cómodo aunque más largo, pero tampoco son infrecuentes las dificultades causadas por una orografía tan extremada. En una ocasión que hacíamos este recorrido pasamos varias horas detenidos porque un camión se había atravesado en la carretera por culpa del barrizal que había formado un riachuelo que atravesaba la vía de comunicación acarreando el lodo de la ladera.
En cualquier caso, desde Tena el camino natural para adentrarse en la selva amazónica es por el río Napo y la población de Misahuallí. Este pequeño puerto situado a orillas de los ríos Napo y Missahuallí, puede considerarse la puerta de entrada ecuatoriana a la gran cuenca del Amazonas, aunque existen otras menos accesibles. Por ello, en los últimos tiempos ha experimentado un gran desarrollo basado en la promoción de actividades turísticas relacionadas con la selva y en la construcción de numerosos centros hoteleros más o menos insertos en el interior del bosque húmedo.
La selva amazónica es un ecosistema extraordinariamente atractivo pero también uno de los entornos más duros para la vida del ser humano y por tanto uno de los menos explorados hasta fechas relativamente recientes. La vegetación impenetrable, el calor asfixiante, la humedad que todo lo empapa, el sonido constante de miles de animales que te rodean sin que seas capaz de verlos, los senderos inexistentes o cubiertos de barro pegajoso, las frecuentes lluvias torrenciales, todo en fin contribuye a que la selva resulte un mundo desconocido para los que provenimos de otros lugares, un mundo tan apasionante como amenazante, un mundo en el que te sientes especialmente pequeño e indefenso (figura 10).
Esa vegetación exuberante, compuesta de cientos de especies que muestran todas las tonalidades del color, verde te rodea de tal forma que es casi imposible orientarse para quien no vive en la región y hace que en general sea más fácil desplazarse por el agua que sobre la tierra, salvo en aquellos lugares, cada vez más frecuentes, en los que la mano del hombre ha abierto claros y caminos.
Figura 10. Caminos de agua a través de la jungla |
No obstante, si estamos atentos, tendremos la oportunidad de captar algunas imágenes de gran belleza e incluso con un marcado colorido. Puede que se trate de una flor tropical como la heliconia, que abre sus brillantes brácteas encarnadas para permitir que sus flores sean polinizadas con ayuda de los miles de insectos que habitan la selva húmeda (figura 11).
Figura 11. Heliconia en la selva ecuatoriana |
Figura 12. “ojos” en las alas de la mariposa para engañar a sus predadores |
Nuestro principal objetivo en esta región cálida y tropical es la ciudad de Santo Domingo, la cuarta del país por su población, y encrucijada de comunicaciones entre las principales ciudades (Quito, Guayaquil, Esmeraldas, Ambato…). La carretera que desciende de la sierra a la costa es muy bonita pero sinuosa y peligrosa pues hasta Santo Domingo supone salvar un desnivel de 2.200 metros. Los pequeños microbuses de transporte para una docena pasajeros, aquí llamados busetas, descienden por esta carretera a velocidades de vértigo desafiando alegremente no solo las normas de tráfico sino las más elementales reglas del sentido común. Los accidentes son frecuentes pero mucho menos de los que cabría esperar.
Santo Domingo de los Colorados es una ciudad grande, núcleo comercial y de transportes, que tiene poco interés en mi opinión. Es muy llamativo una vez más el cambio que experimenta el clima al descender del altiplano andino. Aquí nos encontramos en plena zona intertropical con el característico clima lluvioso y cálido, como lo demuestra el hecho de que la temperatura media de esta ciudad sea de 23º C y las precipitaciones alcancen la cantidad de 2.600 mm por año.
El apelativo que suele acompañar popularmente al nombre de la ciudad se debe a los indios que habitaban la zona cuando llegaron los conquistadores españoles, indios tsáchilas, que tienen la costumbre de cortarse el pelo de la cabeza en forma de casco y untárselo con diversos pigmentos de color rojo, principalmente obtenidos de las semillas de achiote. Esta costumbre hizo que los tsáchilas fuesen conocidos popularmente por los españoles como indios colorados. Según ciertos estudios, el número de miembros de esta etnia es muy reducido y solo cuenta con unos 3.000 individuos. No obstante, todavía es posible ver algún indio colorado con su atuendo y peinados característicos (figura 13).
Figura 13. Indio tsáchila (“colorado”) acicalándose |
Figura 14. Pequeña indígena del oriente ecuatoriano |
Muchas más cosas podrían decirse sobre este país tan apasionante y a veces tan desconocido. Me gustaría que los pocos trazos aquí dibujados sirvan para que otros viajeros se animen a visitar y conocer el Ecuador, con la seguridad de que sus expectativas no se verán defraudadas.