Colombia
Resulta muy difícil hablar de Colombia, un gran país que sin embargo a lo largo del siglo XX ha tenido una negra fama como país asociado al narcotráfico y a los movimientos guerrilleros. Efectivamente, esa fama no es inmerecida pues Colombia ha sufrido graves situaciones de inestabilidad y de inseguridad que han reducido en una gran medida las posibilidades turísticas de la mayor parte del territorio y que incluso han hecho que algunos sectores fuesen simplemente inaccesibles porque ni siquiera estaban controlados por el gobierno.
Figura 1. Un tucán en un parque de Cartagena |
No obstante, Colombia es uno de los países más bonitos, más interesantes y más tractivos para el viajero. Un país con una variedad casi increíble. Un país con riquezas naturales y culturales de primer nivel. Un país que, pese a la inestabilidad política, ha sido capaz de progresar en muchos terrenos y que tiene un nivel cultural bastante elevado. Un país que, sin perjuicio de los conflictos sociales, cuenta con una población sumamente acogedora y amable.
He tenido la suerte de poder hacer varios viajes a Colombia y conocer una buena parte de sus territorios. Aunque también he experimentado la limitación de que varios viajes han sido estrictamente de tipo laboral y que no he podido visitar algunos territorios muy interesantes por los problemas de seguridad ya mencionados. No obstante, he disfrutado mucho de los viajes realizados al país, de sus gentes, de los paisajes impresionantes y de la riqueza cultural que atesora. Baste decir que Colombia es uno de esos destinos a los que siempre te apetece volver. Si algo siento es no haber podido visitar más lugares y no haber podido permanecer más tiempo.
Narraré aquí algunas de mis impresiones a partir de los viajes realizados al país entre los años de 1996 y 2011.
1.Bogotá
La capital de Colombia, Bogotá, cuyo nombre completo desde tiempos de la conquista ha sido Santa Fe de Bogotá, es una enorme ciudad de 8 millones de habitantes con todas dificultades y contrastes que ello comporta. Fue fundada en 1538 por Gonzalo Jiménez de Quesada y durante la conquista Española tuvo una gran relevancia como capital del reino de Nueva Granada. Se convirtió en capital de Colombia tras la batalla de Boyacá en 1819.
El clima de la ciudad viene condicionado por dos factores, en parte contradictorios. En primer lugar, se encuentra en plena zona tropical, bastante cerca del Ecuador. Por otra parte, está situada en las estribaciones de los Andes a una gran altitud (unos 2.600 metros sobre el nivel del mar), lo que hace que sea una de las capitales más altas de América, tras La Paz y Quito.
Figura 2. Calle en el barrio de La Candelaria (Bogotá) |
Es de gran interés el centro histórico de Bogotá, el barrio conocido con el bonito nombre de La Candelaria. Es el lugar donde fue fundada la ciudad, a la falda del cerro Guadalupe, y mantiene todavía una gran cantidad de vestigios de la época colonial. Tiene fama de ser una zona poca segura pero a mí gusta mucho pasear por sus empinadas calles donde subsisten muchas casas de una planta que parecen trasplantadas desde cualquier pueblo castellano. En La Candelaria están algunos de los principales edificios de la ciudad como la catedral, el capitolio, el palacio de justicia, el museo de Botero, la capilla del Sagrario, etc., pero es el conjunto lo que le da un encanto especial (figura 2). Paseando por estas callejuelas de siglos pretéritos no parece que nos encontremos en una gran urbe moderna con millones de habitantes.
Podemos encontrar en el centro de Bogotá algunas iglesias de tiempos coloniales de gran belleza, si bien algunas presentan un estado de conservación no muy bueno y otras han sido secularizadas y actualmente sirven de museos en vez de ser lugares de culto. Como ocurre en algunas otras ciudades iberoamericanas, hay iglesias que cuentan con excelentes muestras de arte religioso barroco, fruto que nos legaron las grandes órdenes religiosas (jesuitas, franciscanos, dominicos, agustinos…), otrora prósperas y poderosas. Tal vez una de las más bonitas en Bogotá es la iglesia de Santa Clara, parte del convento de las clarisas construido en el siglo XVII, que cuenta con una riquísima decoración barroca que cubre completamente las paredes y el techo del templo (figura 3).
Figura 3. Iglesia de Santa Clara (Bogotá) |
Uno de los mayores atractivos turísticos de la ciudad es el famoso Museo del Oro, situado en el Banco de la República junto al parque Santander. Curiosamente el museo es bastante reciente pues su origen se sitúa en 1939 cuando el banco adquirió una importante pieza precolombina de oro, el poporo Quimbaya. Posteriormente se fueron añadiendo nuevas piezas hasta formar una extraordinaria colección que cuenta también con piezas de piedra, de cerámica, textiles, etc. Pero son las piezas elaboradas con oro y con tumbaga (una aleación de oro y cobre muy usada en la región) lo que supone una colección de extraordinaria importancia y de un valor artístico incalculable pues alberga más de 34.000 piezas de época precolombina.
La visita lenta al Museo del Oro es un gran placer, al mismo tiempo que una lección de arte y de historia, todo ello subrayado por el carácter mítico del oro como metal de profundo simbolismo. La cantidad de piezas expuestas y la calidad plástica de muchas de ellas hacen que esta visita nunca deje de sorprender aunque se repita varias veces (figura 4).
Figura 4. Museo del Oro (Bogotá) |
Aunque Bogotá está situada en un altiplano, se apoya sobre una cordillera de varios cerros que la limitan por el este y que suponen al mismo tiempo una barrera a la expansión de la ciudad, un elemento esencial del paisaje urbano y un valioso pulmón de oxígeno para una urbe superpoblada. Son varios los cerros que forman esta cordillera, algunos con nombres tan sugerentes como La Teta, pero los dos más famosos y característicos, grandes vigilantes de la ciudad con sus más de 3.000 metros de altitud, son los cerros Guadalupe y Monserrate, ambos con nombres relacionados con dos de los grandes centros marianos de España.
Figura 5. Vista de Bogotá desde el cerro Monserrate |
La subida al cerro de Monserrate, actualmente realizable con ayuda de un funicular que evita la otrora penosa ascensión, es una de las excursiones más populares de Bogotá. Arriba ha existido una ermita ya desde el siglo XVII y actualmente también hay lugares de restauración muy agradables. Desde esta cima se contempla un inmenso panorama y se puede comprobar la enorme extensión de una ciudad que se extiende a nuestros pies ocupando todo el territorio visible (figura 5).
2.Cartagena de Indias
Sin duda, una de las ciudades más famosas y más bellas de Colombia es Cartagena de Indias, puerto que fue de decisiva importancia durante toda la etapa colonial. Para mí, que desde mi infancia había leído no pocas narraciones sobre piratas y conquistas en las que aparecía esta ciudad, era una meta anhelada el poder conocer Cartagena, pasear por sus calles añejas y contemplar su entorno caribeño. Y es que el contraste geográfico y cultural que existe entre Bogotá y Cartagena es abismal. Lo que va de una ciudad andina situada a gran altitud y rodeada de montañas, en la que el clima tropical se ve suavizado por la elevación, a una típica ciudad marítima, muy cálida y con ese ambiente peculiar del Caribe.
Fue fundada en el siglo XVI por Pedro de Heredia y pronto se convirtió en uno de los principales puertos de América, el principal punto de conexión entre la Península y América del Sur. Estos siglos de gran pujanza comercial de Cartagena nos han legado la bellísima ciudad amurallada que hoy podemos visitar. También de aquella época es la fama de Cartagena como objetivo principal de los piratas europeos que pretendían apoderarse de las riquezas que pasaban por este puerto y al mismo tiempo debilitar el poder marítimo de España. Fue incluso asediada por potencias extranjeras, sobresaliendo el famoso ataque realizado por Inglaterra en 1741 en el que destacó la labor defensiva a cargo del almirante Blas de Lezo. Esta importancia militar de la ciudad obligó a construir fortificaciones pensadas para defenderse de los ataques provenientes del mar, fortificaciones que en su día eran casi únicas y que todavía hoy nos impresionan (figura 6).
Figura 6. Vista de las antiguas fortificaciones de Cartagena de Indias |
Cartagena ha experimentado un fuerte crecimiento en los últimos tiempos apoyándose en una vigorosa industria turística que, además de la visita a los importantes vestigios coloniales, busca disfrutar de la arena, del mar y del sol en las playas cercanas a la ciudad y en algunas de las islas paradisíacas que hay en los alrededores. Por fortuna, la ciudad, que hoy llega casi al millón de habitantes, ha crecido extramuros, en las zonas de playa, dejando la ciudad histórica y amurallada casi intacta lo que nos permite pasear por una pequeña ciudad colonial, con calles y plazas de inconfundible carácter español y, al mismo tiempo, con la vegetación tropical y el clima cálido y húmedo propios del Caribe (figura 7).
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Figura 7. Plaza en el centro de Cartagena |
Figura 8. Iglesia de san Pedro Claver (Cartagena) |
Cartagena, dada su ubicación y la gran importancia de su puerto, fue también un importante centro de entrada en América de los esclavos negros procedentes de África. Por ello la ciudad está íntimamente ligada a la figura del español san Pedro Claver, un jesuita catalán que vivió entre los siglos XVI y XVII y que dedicó su vida a defender y a ayudar a los esclavos hasta el punto de definirse como el esclavo de los negros. Realizó una inmensa labor en defensa de los derechos humanos y goza de un gran prestigio en la región. Tanto es así que el monasterio y el templo antes dedicados al fundador, san Ignacio, está actualmente bajo la advocación de san Pedro Claver (figura 8).
3.Leticia
Del Caribe, en el extremo norte de Colombia, saltamos ahora a las regiones más meridionales, a la pequeña ciudad amazónica de Leticia, capital de la Amazonía colombiana.
Del altiplano andino hemos pasado a una ciudad portuaria del Caribe y ahora llegamos a una población típicamente amazónica, rodeada de selvas impenetrables, y adaptada a una vida casi anfibia en dependencia del gigantesco río (figura 9). Es difícil imaginar tres ecosistemas tan dispares y formas de vida tan diferentes en consonancia con las características geográficas. Parece imposible que nos encontremos en el mismo país. Incluso es difícil creer que nos encontremos en el mismo siglo.
Figura 9. Madre con su hijo en una cabaña de Leticia |
La cuenca del Amazonas es obviamente uno de esos destinos mágicos con los que todo viajero ha soñado muchas veces. Es al mismo tiempo un territorio tan inmenso y tan inabarcable que cuando nos acercamos a él solo somos capaces de vislumbrar algunos retazos mínimos. A mí siempre me ha interesado especialmente esta región del mundo y puedo decir que las veces que he podido acercarme a ella me ha producido una fascinación especial mezclada también con una sensación de pequeñez y de temor. Varias ciudades, pertenecientes a los distintos países que comparten la inmensa cuenca amazónica, están teñidas en nuestra imaginación con colores míticos: Iquitos (Perú), Manaos (Brasil), Puyo (Ecuador)… La colombiana Leticia es una de esas ciudades y era por tanto para mí una meta largamente anhelada.
Leticia era hasta hace poco tiempo apenas un poblado fronterizo pero en los últimos tiempos ha experimentado un fuerte crecimiento, a medida que el río Amazonas va siendo progresivamente domesticado, para bien y para mal. Una de las curiosidades de esta población es que se encuentra en un cruce de fronteras pues se halla junto a la raya fronteriza que separa a Colombia de Brasil y muy cerca del límite con Perú. Como en tantos lugares del mundo, las fronteras artificialmente establecidas por la política humana actúan tanto de separación entre los territorios como de núcleo de atractivo y comercio entre las diversas poblaciones. Leticia forma una unidad poblacional con la ciudad brasileña de Tabatinga, de forma que entre ambas existe una continuidad completa y un constante intercambio de personas y mercancías. Es muy curiosa la idiosincrasia de estas poblaciones que forman una unidad sin solución de continuidad y sin embargo están a caballo de la frontera y pertenecen a dos países tan diferentes como Brasil y Colombia. En pocos casos se aprecia con claridad la discrepancia de criterios que inspiran a la geografía física y a la geografía política. En este mundo anfibio en el que las vías de comunicación son preferentemente las fluviales, las fronteras son especialmente difusas y porosas (figura 10).
Figura 10. Barcazas de mercancías en Tabatinga (Brasil) |
De Leticia pasamos pues a Tabatinga (Brasil) dando un corto pero muy interesante paseo. Perú está muy cerca pero a la otra orilla del Amazonas por lo que debemos ir en barco. Tomamos uno de los destartalados y achacosos barcos que sirven de transporte internacional entre los tres países y tras descender durante una hora por el Amazonas nos internamos en el río Yavarí y poco después desembarcamos en la localidad peruana de Islandia (distrito de Yavarí), una ciudad pequeña, de apenas 2.500 habitantes.
Islandia es uno de esos lugares del mundo en los que se comprueba cómo el ser humano ha colonizado los lugares más inhóspitos del planeta y se ha adaptado a formas de vida completamente diferentes, en ocasiones teniendo que superar enormes dificultades. Los habitantes de Islandia han vivido tradicionalmente de la pesca, en total dependencia del río, y del comercio que genera su particular ubicación en la confluencia de tres grandes países. El turismo es también una fuente de riqueza creciente, atraído por la belleza del entorno y la gran biodiversidad existe en la zona. Los delfines rosados que nos acompañan durante la singladura son solo uno de esos muchos atractivos.
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Figura 11. El pueblo de Islandia (Perú) |
La vista a esta pequeña población resulta a la vez interesante e impresionante. En un terreno bajo, que permanece anegado durante largas temporadas y que está constantemente sometido a las variaciones de altura y de caudal de los gigantescos ríos de la región, las viviendas están construidas en madera y sobre grandes pilotes que las anclan al terreno y las elevan dos o tres metros sobre el nivel de las aguas. Las “calles” son pasarelas y puentes elevados que conectan las casas entre sí y con el pequeño puerto, que es el centro principal de la localidad (figura 11).
Leticia es pues una ciudad que merece la pena visitar. Es interesante por sí misma, con un paseo a lo largo del río que ofrece vistas muy bonitas, sobre todo a la hora de la puesta del sol, y que cuenta con un parque, el parque Santander, en el que también al atardecer se reúnen miles de loros dando lugar a un interesante espectáculo de color, sonido y movimiento.
Leticia es asimismo un punto de partida ideal para la realización de excursiones a algunos de los muchos lugares interesantes que hay por los alrededores. Tenemos, por ejemplo, la conocida como Isla de los Micos, situada a unos 30 km de Leticia, en la que se pueden ver cientos de monos que se acercan sin temor a los turistas, a veces incluso en exceso.
Como en otras regiones de la Amazonía, la ciudad ha crecido gracias a la inmigración de personas provenientes de todo el país en busca de oportunidades laborales en el comercio y en el turismo, pero sigue siendo también un crisol de gentes de diversos grupos étnicos de la región, otro aliciente para el viajero. Es posible realizar excursiones para acercarse a algunas de las comunidades, sobre todo a las que habitan en lugares más cercanos al gran río. Los indígenas yaguas, ticunas, huitotos, etc. mantienen muchas de sus formas tradicionales de vida gracias a que la Amazonía ha permanecido relativamente aislada hasta tiempos bastante recientes. No obstante, las facilidades de comunicación del mundo moderno, junto al esfuerzo de los gobiernos por extender determinados servicios básicos como la educación y la sanidad, han ido rompiendo progresivamente ese aislamiento secular acercando a las diversas etnias y alterando las formas de vida. Dos imágenes (figuras 12 y 13) nos permiten ilustrar este cambio profundo que sin duda será positivo a medio plazo pero que obliga realizar una adaptación nada fácil. En la primera vemos a unos niños jugando y a una mujer trabajando bajo un espectacular aguacero tropical con el fondo de una cabaña tradicional. En la segunda tenemos una escuela rural en la que los niños, perfectamente uniformados, asisten a clase al aire libre.
4.Villa de Leyva
Abandonando con pesar la región amazónica volvemos al altiplano para hacer un recorrido, esta vez en automóvil, por los departamentos colombianos de Boyacá y de Santander. A unos 160 km al norte de Bogotá se encuentra en interesantísimo municipio de Villa de Leyva, una pequeña ciudad típicamente colonial situada a 2.100 m de altitud. Tiene fama de ser uno de los pueblos más bonitos y mejor conservados de Colombia, para muchos viajeros uno de sus rincones favoritos. Por ello teníamos mucho interés en visitar este lugar.
La llegada fue bastante accidentada porque hacíamos el viaje por la tarde y cuando ya estábamos relativamente cerca de nuestro destino en Villa de Leyva uno de los numerosos baches de las accidentadas carreteras de la región hizo que pinchásemos una rueda de nuestro coche. Se había hecho noche cerrada, no llevábamos linterna y no conocíamos el vehículo, que era alquilado. Lo pasamos un poco mal allí tirados al borde de una carretera de montaña sin ver nada y sin poder cambiar la rueda. Después de bastante rato pasó una furgoneta a la que hicimos señas y paró. En ella viajaban dos mujeres que amablemente se ofrecieron a ayudarnos. Pero no se limitaron a iluminarnos con sus faros sino que con gran soltura y habilidad hicieron la mayor parte del trabajo. Es una pequeña anécdota que muestra los problemas que puedes encontrar en un viaje y que sin ser excesivamente graves pueden suponer un grave trastorno. También ilustra que los temores y prejuicios que muchas personas tienen sobre los riesgos de los viajes se ven compensados por la ayuda que en la mayor parte de las ocasiones están dispuestas a brindar las poblaciones locales.
Villa de Leyva es una de esas gratas sorpresas que uno se lleva en los viajes. Y es que en el centro de Colombia y a más de 2.000 m de altitud nos encontramos con un pueblo colonial extraordinariamente bien conservado, un pueblo de casas bajas, de edificios porticados y de calles empinadas que parece transportado directamente de las serranías andaluzas. El centro del pueblo es, como no, una grande e impresionante plaza rodeada de bellos edificios coloniales y con un curioso pavimento empedrado (figura 14).
Figura 14. La gran plaza de Villa de Leyva |
Villa de Leyva es un pueblo pequeño que se visita en poco tiempo pero merece la pena parar en él con cierto detenimiento. El pueblo ha conservado casi intacto su típico diseño colonial, no solo en la plaza mayor sino en las calles, que siguen una planta ortogonal, los edificios, las iglesias, etc. Hoy es un destino turístico con diversos alojamientos y restaurantes pero al mismo tiempo un lugar tranquilo con un clima fresco y donde pasear por las estrechas callejuelas es un gran placer, tanto bajo la luz del sol como de noche cuando la iluminación tenue le confiere un especial encanto.
Figura 15. Villa de Leyva desde el Sagrado Corazón |
Hay muchos otros atractivos y lugares a visitar en los alrededores. Una excursión muy típica es la ascensión al llamado mirador del Santo, es decir, a una ermita dedicada al Sagrado Corazón situada en uno de los montes que rodean la población. La ascensión no es muy larga pero el camino presenta una fuerte pendiente por lo que la subida se hace un poco dura. Pero desde arriba la vista es impresionante. Abajo se ve el trazado racional de la villa como si fuese un mapa en tres dimensiones, con la gran plaza casi en el centro, y alrededor el verde pasaje del altiplano (figura 15). En suma, una excursión que merece mucho la pena.
También cerca de Villa de Leyva se encuentra un curioso lugar cuya visita es muy recomendable. Se trata del parque arqueológico de Monquirá, un yacimiento de época precolombina cuyo origen y finalidad han sido muy discutidos. Para algunos autores es decididamente un observatorio astronómico mientras que para otros se trataría más bien de un lugar destinado a cultos y ritos relacionados con la fertilidad. Para algunos es una obra debida a los muiscas, la tribu característica de la zona, mientras que para otros sería una obra incluso anterior a la llegada de los muiscas. Lo que está fuera de toda duda es que se trata de un conjunto de piezas esculpidas en la piedra con una antigüedad de más de 2.000 años y sumamente curiosas.
Figura 16. Figuras fálicas en “El Infiernito” |
En el conjunto hay una treintena de grandes columnas monolíticas de más de 1,80 m de altura con forma de falo y un centenar de otras columnas más pequeñas formando dos filas o colocadas de este a oeste, hecho que ha dado lugar a teoría de que pudiese tratarse de un observatorio astronómico, si bien esto no explica la razón de que las columnas hayan sido esculpidas con forma fálica. La forma y el gran tamaño de estas columnas debió de escandalizar en su día a los conquistadores españoles, que dieron a este lugar el expresivo nombre de “el infiernito”, nombre por el que todavía hoy es popularmente conocido (figura 16).
5.Barichara
Siguiendo nuestra ruta hacia el norte, dejamos el departamento de Boyacá y nos adentramos en el de Santander, rico en historia y en cultura. Nuestro destino principal es la ciudad de Barichara, otra ciudad inequívocamente colonial cuyo centro histórico está muy bien conservado y es un conjunto de gran belleza y que conserva edificios muy interesantes.
Uno de los más llamativos es la iglesia de la Inmaculada Concepción, situada a un costado de la plaza mayor. Es un bello templo de piedra que cambia de color dependiendo de la iluminación del sol y que está sustentado sobre grandes columnas que forman tres naves en el interior. Está construido en honor de la virgen de la Roca, que según ciertas tradiciones se habría aparecido en ese lugar (figura 17).
Figura 17. Interior de la iglesia de la Inmaculada Concepción (Barichara) |
La más antigua de las iglesias del pueblo es la de santa Bárbara, edificada en el siglo XVII en el lugar de fundación de la ciudad. Es una ermita pequeña de estilo románico con una bonita espadaña. Se encuentra en lo alto del pueblo en una placita recoleta y arbolada.
Figura 18. Calle de Barichara |
En conjunto, toda la ciudad es muy agradable. Conserva su aspecto andaluz con casa bajas pintadas de diversos colores y con las calles empedradas. Muchas casas guardan recuerdos del pasado por haber pertenecido a personas o a familias que han tenido un protagonismo destacado en la historia del país. Barichara mantiene el clásico trazado ortogonal pero está edificada en la ladera inclinada de un monte lo que hace que las calles sean muy empinadas. Esto produce vistas muy atractivas pero hace que ciertos recorridos sean un tanto penosos (figura 18).
Para disfrutar todavía más de los paisajes y de la historia del lugar es muy recomendable hacer el recorrido pedestre conocido como el Camino Real, una caminata de un par de horas que nos llevará desde Barichara hasta el bonito pueblecito de Guane. Es un camino tradicional con una longitud de unos 5 o 6 km, que en su día fue acondicionado con piedras planas y que desciende zigzagueando por una ladera bastante empinada. El camino pasa por entre cercas de terrenos agrícolas y goza de vistas muy bonitas sobre el valle (figura 19).
Figura 19. Vistas desde el Camino Real |
El recorrido se puede hacer duro, sobre todo si hace calor, porque el camino es estrecho y pendiente, además de que su estado de conservación no es muy bueno. Pero merece la pena porque los paisajes son de una gran belleza, la vegetación, a la vez andina y tropical, es muy abundante y podemos contemplar una gran cantidad de aves y de mariposas de variados colores. Es un paseo muy agradable por un camino que tuvo en el pasado una gran importancia comercial y hoy es muy escasamente transitado, un camino que desemboca en el pueblecito de Guane, hoy un pequeño asentamiento pero que en otros tiempos tuvo bastante importancia como lo atestiguan algunos edificios entre los que sobresale su estupenda iglesia.
Y terminaré este recorrido por algunos de los innumerables lugares interesantes con que cuenta Colombia mencionando un importante accidente geográfico que se encuentra a unos 60 km de Barichara en dirección norte, camino a la capital del departamento, Bucaramanga. Se trata del impresionante cañón de Chicamocha, hoy protegido como parque nacional. Se encuentra en un páramo del altiplano a unos 1.500 metros de altitud donde el río Chicamocha ha excavado a lo largo de milenios un impresionante cañón de más de 200 km de longitud y que en la mayor parte de su recorrido tiene una profundidad cercana a los 2.000 metros. Al igual que ocurre en algunos otros cañones repartidos por todo el planeta resulta increíble que un pequeño río, que circula por lugares hoy bastante áridos, haya sido capaz de producir en la corteza terrestre una herida de tales proporciones (figura 20).
Figura 20. El cañón de Chicamocha |
El cañón del río Chicamocha es uno de esos fenómenos geográficos que fascinan e imponen al mismo tiempo, que nos ofrece vistas espectaculares y que supone una acabada lección de geología. No es de extrañar que atraiga a muchos visitantes, en su mayor parte colombianos, sobre todo porque hoy en día cuenta con un teleférico que nos permite disfrutar de paisajes impresionantes y cruzar el cañón sobrevolándolo a gran altura en un viaje aéreo que parece casi imposible.