Etapa 3ª. Castrojeriz-Frómista
El día más duro de todo el Camino. Mucho sufrimiento. Todo se alía para incrementar la dureza de la etapa.
Salimos muy temprano sabiendo que tenemos una larga etapa por delante. Por cierto, una de las cosas sorprendentes del Camino es que, pese a contar con una historia de más de 1.000 años, las distancias son bastante flexibles. Un buen ejemplo es esta etapa: según mi guía tiene 24, 9 km; según otras puede llegar a los 27 km o más.
Antes de salir ayudo a Brigitte, abogada californiana de Santa Bárbara. Por la noche le han atacado los chinches y tiene las piernas llenas de picaduras. La pobre chica está aterrorizada ante lo que le parece una experiencia increíble.
Al salir de Castrojeriz se inicia la subida al alto de Mosterales, que tiene fama de ser una dura ascensión. Como suele ocurrir, estamos todavía con las fuerzas intactas y no nos parece tan duro. Desde el alto hay una bonita vista sobre Castrojeriz y las inmensas llanuras de Castilla y aprovechamos para hacer varias fotos (figura 7).
Pero ya en la bajada del alto de Mosterales la etapa se va haciendo progresivamente más y más dura.
Figura 7. Cristina, Brigitte y Henar en el alto de Mosterales
La bajada es bastante empinada y mis doloridos pies llenos de ampollas duelen cada vez más. Empieza a llover, aunque no muy abundantemente, y el viento sopla fuerte y frío, siempre de cara. El conjunto de tantas inclemencias va minando sensiblemente nuestras fuerzas.
Una nueva sorpresa surge a orillas del río Pisuerga: la ermita de san Nicolás de Fitero, un antiguo hospital del siglo XIII que, en su sencilla belleza, nos transporta a otra época y nos permite entrever lo que suponía el Camino en la Edad Media y el papel decisivo que jugaban los albergues y hospitales de peregrinos. La ermita está cuidada por un hospitalero italiano que nos la enseña y nos invita a café, vino y pastas. Nos pone tambiénun sello especialmente atractivo en nuestra credencial (figura 8).
Figura 8. La ermita-hospital de Fitero
La etapa, con los pies doloridos y el constante viento de cara, se me hace cada vez más dura. Cada paso es una tortura por el dolor de los pies y el viento va haciendo mella en las fuerzas de forma insensible pero constante. Nuestra meta es Frómista pero al llegar a Boadilla del Camino, con casi 19 km de sufrimiento acumulado, me siento incapaz de proseguir. Habíamos desayunado en Castrojeriz pero no habíamos tomado nada más durante el camino y probablemente también el hambre contribuye a mi monumental “pájara”. Heriberto, lleno de fuerza, nos ha dejado y ha seguido hacia Frómista. Cristina quiere seguir pero Henar está casi tan agotada como yo. Entonces se le ocurre la idea salvadora: “Vamos a descansar un rato y a comer tranquilamente aquí (abren el comedor a las 13,30). Luego, ya veremos cómo estamos” (figura 9). Aprovecho para quitarme el apósito que me dio la farmacéutica de Castrojeriz y que me ha hecho una carnicería en el pie.
Figura 9. Henar y yo contemplamos nuestros doloridos pies en Boadilla del Camino
La idea resulta ser un éxito; después de un par de horas de descanso y bien comidos, nuestras fuerzas han renacido. Sigo pensando que mi futuro en el Camino es poco prometedor y que el llegar a Santiago es algo que me supera, pero los 6 km que restan para Frómista están a nuestro alcance. Aprendemos una importante lección: si no te alimentas adecuadamente durante la etapa el agotamiento puede aparecer de forma súbita y dejarte incapaz de dar un paso más.
Con nuevas fuerzas, la presencia del sol y la agradable compañía del canal de Castilla y de los preciosos paisajes castellanos, el camino hasta Frómista resulta casi un paseo (figura 10).
Figura 10. El canal de Castilla entre Boadilla del Camino y Frómista
Al llegar a Frómista, Heriberto nos ha guardado sitio en el albergue. Nos tocan camas normales (no literas) y ello resulta en principio más confortable, aunque por la noche comprobaríamos que teníamos como compañeros a varios ciclistas portugueses que roncaban de forma constante y estruendosa. No pudimos dormir adecuadamente.
La iglesia de San Martín, uno de los hitos artísticos del Camino, está deslumbrante iluminada por el sol poniente (figura 11) y reponemos fuerzas cenando en un restaurante muy agradable que hay al lado del albergue.
Figura 11. La iglesia de san Martín, en Frómista
Llevamos 83 km y faltan 405 para Santiago. La idea de tener que seguir 15 ó 20 días más en este plan resulta agobiante y la meta parece algo fuera de nuestro alcance.