Etapa 14ª. Vega de Valcarce-Fonfría
Afortunadamente, el nuevo día amanece despejado. La lluvia del día anterior ha cesado, aunque ha dejado mojados los caminos. Afronto la subida al Cebreriro con las fuerzas renovadas, aunque, como de costumbre, en ayunas. Por suerte, unos kilómetros más allá, en Ruitelán, hay un bar abierto donde desayunar satisfactoriamente.
La temida subida al Cebreiro es larga, unos 9 km desde Vega, y en algunos tramos bastante pendiente, pero no es especialmente dura si se acomete de mañana con las fuerzas intactas, como yo he hecho. El paisaje, muy bonito y variado, atraviesa bosques espesos, zonas de pastos y tramos con vistas espectaculares a las montañas. Los peregrinos lo hacen en general solos. Cada uno prefiere subir a su ritmo, dosificar sus fuerzas y disfrutar de un espectáculo de la naturaleza de belleza singular (figuras 48 y 49). El nombre mítico (o Cebreiro, el Cebrero) pesa mucho y trae evocaciones a la memoria.
Figuras 48 y 49. La solitaria y mítica acensión al Cebreiro
La tradicional niebla no falta a su cita. Todos hemos oído decir eso de que en el Cebrero siempre hay niebla. Al principio parece que esa norma no se va a cumplir hoy porque el día amanece despejado, pero a medida que nos acercamos a la cumbre, la niebla hace acto de presencia y poco a poco va haciéndose más espesa.
El paisaje adquiere una especial belleza y delicadeza cuando se ve entre la niebla y llega a tener tintes amenazantes, aunque mágicos, cuando nos internamos en las partes con niebla más densa (figuras 50 y 51).
Figuras 51 y 52. La niebla no suele faltar en El Cebreiro
Así llegamos al mojón que señala la entrada en Galicia y, algo más arriba, alcanzamos la famosa iglesia del Cebreiro, una pequeña joya prerrománica donde todavía se guarda el cáliz milagroso que según la leyenda Isabel la Católica no pudo llevarse a la vuelta de su peregrinación porque sus mulos se negaban a andar con el cáliz a cuestas (figura 52).
Figura 52. El cáliz milagroso de Cebreiro
Casi sin solución de continuidad inicio el descenso, ya por tierras gallegas. El paisaje ha vuelto a cambiar de forma drástica. A medida que la niebla se va disipando gradualmente, nos encontramos con el típico paisaje gallego, verde, suave, húmedo, con bellos árboles, pastos para el ganado y huertas de patatas.
Figura 53. Mi “amiga” coreana en medio de la niebla