Birmania
Si tuviese que resumir en dos palabras mis impresiones sobre este apasionante país del sureste asiático, éstas serían: fotogenia y amabilidad.
Efectivamente, Birmania es un país muy fotogénico y eso es una gran cosa para un aficionado a la fotografía. No es difícil encontrar lugares, paisajes y personas que te apetece captar con tu cámara para recordarlos más tarde. Pero lo curioso es que muchas de esas fotografías resultan sumamente atractivas por sus encuadres, por la riqueza de colores, por las expresiones de los personajes o por las luces de Birmania, a veces tenues y veladas, otras veces brillantes. No es pues de extrañar que muchos fotógrafos aficionados o profesionales acudan a este país en busca de imágenes sugerentes (figura 1).
Figura 1. La abuela fuma a la puerta de la cabaña mientras el nieto se balancea en la cuna
La amabilidad de sus gentes es proverbial pero no deja de sorprender. Difícilmente puede uno encontrarse con tanta gente, gente desconocida y con la que no te puedes comunicar porque sólo conocen la lengua local, que sin embargo se desvive por atenderte, sonríe sin cesar y muestra una gran alegría por entrar en contacto contigo. Uno siente inmediatamente una corriente de simpatía ante esas sonrisas amplias que iluminan las expresiones y embellecen el rostro (figura 2).
Figura 2. Joven birmana con la cara pintada con la tradicional tanaka
Como consecuencia de la conjunción de estos dos rasgos, la fotografía de personas, algo que siempre desea el viajero pero que suele ser ingrata por la resistencia o franca oposición que se encuentra en muchos lugares, es aquí un apasionante ejercicio pues la mayor parte de los birmanos no sólo no ponen ninguna objeción sino que muestran satisfacción por ser fotografiados y muchas veces lo solicitan abiertamente.
1. Religiosidad
Otro de los aspectos que más llaman la atención en Birmania es que se trata de un pueblo extraordinariamente religioso y que la religión está enraizada en todas las actividades de la vida y se manifiesta en la mayor parte de las personas de una forma activa y generosa.
Los birmanos son en su mayor parte budistas y practican su religión de una forma sincera y estricta. La búsqueda de la perfección personal y la persecución del nirvana, características de todo buen budista, están presentes y asimiladas en un pueblo acostumbrado a la meditación ya a la austeridad. Da la impresión de que muchos de los principios budistas como la pérdida de individualidad y el camino hacia el nirvana como forma de superación personal y de liberación del sufrimiento están fuertemente arraigados en la conciencia colectiva.
Sólo así se comprende la proliferación de templos, estupas y pagodas que siembra de edificios religiosos todo el paisaje birmano, en cantidades que resultan sorprendentes por su desproporción y su carencia de funcionalidad. En efecto, la estupa es en la mayor parte de las ocasiones no un lugar de culto ni un lugar de reunión ni un edificio para albergar a los fieles, sino una muestra de religiosidad, una forma de expiar los propios pecados y de hacer méritos para conseguir una mejor posición en la vida futura, una forma de invertir el dinero de este mundo en valores permanentes de cara a una futura reencarnación. El templo no tiene tanto una función práctica cuanto un valor testimonial, votivo y expiatorio (figura 3).
Figura 3. Pagoda de Schwedagon, Yangón
Los birmanos, por poco que puedan, dedican partes significativas de su dinero al mantenimiento de los templos existentes, a la erección de nuevas estupas y pagodas y a sufragar las necesidades de la gran cantidad de monjes budistas con que cuenta el país.
Los diversos tipos de templos se deterioran con rapidez por el impacto que tienen las fuertes lluvias torrenciales de los monzones sobre los materiales bastante endebles con los que están construidos (yeso y ladrillos principalmente). Por ello, los birmanos dedican grandes cantidades de dinero a su mantenimiento. Éste se realiza de una forma muy curiosa pues no se restauran de la forma habitual en otros lugares sino que normalmente lo que se hace es recubrir la capa deteriorada con otra capa nueva posterior, lo que va engrosando progresivamente el volumen de la pagoda. Se da así la circunstancia curiosa de que podemos contemplar templos con 1000 años de antigüedad pero lo que contemplamos es sólo una capa externa que tal vez no tiene más de 20 años, mientras que el original de hace 1000 años yace en el interior del monumento recubierto por tantas capas como restauraciones se hayan ido haciendo a lo largo de los siglos.
Los monjes rapados, con sus túnicas de color púrpura o anaranjado son también una seña de identidad de Birmania. Aunque no se sabe el número exacto, se cree que en el país viven entre 300.000 y 500.000 monjes lo que representa una cantidad muy considerable, dadas sus características y forma de vida. Hay también monasterios de monjas, que realizan una vida similar, pero su cantidad es mucho menor (figura 4).
Figura 4. Jóvenes monjes en un monasterio budista en Amarapura
Muchos de los chicos birmanos son iniciados como parte de su educación y viven como novicios en un monasterio durante un tiempo que puede durar entre unas pocas semanas y varios meses. El novicio recibe formación religiosa y experimenta los rigores de la vida monástica, pues como prueba de desprendimiento se ve privado de sus posesiones, se le rapa la cabeza y ha de procurarse el alimento cada día con ayuda de su cuenco.
Aunque muchos chicos de entre 10 y 12 años pasan un tiempo reducido como novicios, otros tienen una estancia más dilatada en el monasterio, sin que ello signifique una intención de ser monje. El tiempo pasado en el monasterio es un mérito que computa su favor a la hora de hacer el balance de su vida. Sólo una parte de estos novicios opta por permanecer indefinidamente en la comunidad monacal (figura 5).
Figura 5. Enseñanza de los niños en un monasterio budista
Los monjes viven en auténtica pobreza. Aunque algunos monasterios son muy grandes, en general cuentan con instalaciones muy austeras. Generalmente los monjes duermen en grandes salas comunes, en jergones en el suelo o en literas, y han de lavarse en estanques de agua que suele haber en los patios de los monasterios. Sólo hacen una comida al día, que ha de ser antes del mediodía, y han de buscar el alimento cada día mendigándolo por la calle. Así desde el amanecer y durante toda la mañana es frecuente ver filas más o menos largas de monjes que van recorriendo las ciudades, y en particular los mercados, con sus cuencos vacíos en busca de la ración diaria (figura 6).
Figura 6. En busca de la ración diaria de comida
Los birmanos responden con generosidad y sinceridad a esa diaria petición de comida. Acuden con presteza a depositar los alimentos, sobre todo el omnipresente arroz, en los cuencos de los monjes. Esta generosidad, muchas veces ofrecida por persona muy pobres, es vista como una excelente oportunidad de allegar nuevos méritos por medio de la limosna.
2. Bagán
Bagán es uno de esos lugares mágicos en los que la confluencia del paisaje natural y la obra del hombre forma un conjunto único y sorprendente. Todos hemos visto fotos de la planicie de Bagán, salpicada de templos, pagodas y estupas, pues es una de las imágenes típicas de Birmania. Pero cuando la ves en la realidad no puedes dejar de sorprenderte ante un espectáculo singular por su tamaño, por la cantidad de monumentos, por la combinación de colores, por las luces constantemente cambiantes. Es un lugar donde puedes pasarte horas contemplando un paisaje subyugante (figura 7).
Figura 7. Grupo de templos en Bagán
Lo que hoy se conoce como viejo Bagán, lo que interesa al visitante, son los restos de un antiguo reino que tuvo su esplendor entre los siglo X y XIII para después desaparecer y dejar como legado este conjunto único de monumentos religiosos. Según parece en su apogeo Bagán llegó a contar con la asombrosa cantidad de 10.000 templos y pagodas, una gran parte de los cuales ha desparecido. Sin embargo, han llegado hasta nosotros nada menos que 2.200. Se trata de edificios de diferentes tamaños y estilos, esparcidos por un terreno llano, de característicos colores rojizos, del que han desparecido las antiguas viviendas de paja quedando conformado como un gran museo al aire libre de construcciones religiosas antiguas.
Para los ojos occidentales muchos templos asiáticos resultan poco atractivos por sus colores blancos o dorados que resultan chocantes. Sin embargo, en Bagán la mayor parte de las construcciones están hechas en ladrillo formado a partir de la tierra rojiza de la zona, lo que le confiere unas tonalidades y matices de gran impacto estético (figura 8).
Figura 8. Vista de conjunto de Bagán
La gran planicie roja de Bagán, un terreno árido y seco pero donde se producen lluvias abundantes en la época monzónica, se encuentra salpicada de árboles que combinan muy bien con los edificios produciendo un conjunto de una gran belleza, particularmente al amanecer y a la puesta de sol, momentos en los que se suavizan los rigores del sol tropical y en los que las luces y los colores se llenan de matices cambiantes de una gran riqueza y espectacularidad.
Figura 9. Templos de Bagán en época de monzones
La extensión y la llanura del terreno son tales que no puede ser abarcado plenamente desde ningún lugar. Es necesario ir ascendiendo a los distintos templos que son practicables y que se convierten en miradores excepcionales. Cada uno es una sorpresa. Todos permiten vistas similares pero a su vez diferentes. Unos son más altos y la vista alcanza mayores distancias, otros nos muestran los templos más grandes o llamativos; unos están iluminados por el sol, otros ofrecen bellos contraluces. Según la hora del día y el tiempo que haga el paisaje es cambiante (figura 10).
Figura 10. Algunos templos son a la vez excelentes miradores
Es típico recorrer la planicie de Bagán en bicicleta, moviéndose de un lugar a otro sin un plan preconcebido y parándose una y otra vez donde un templo, un conjunto o el mero paisaje nos piden que hagamos una fotografía más. Una experiencia que queda grabada de forma indeleble en la memoria del viajero.
3. En lago Inle
No es un lago muy grande y tampoco es profundo. Representa sin embargo uno de los focos de atracción del país por las formas de vida que alberga. Alrededor del lago viven unas 70.000 personas que han adaptado su medio de vida al ambiente lacustre. La casa, los medios de transporte, las formas de cultivo, todo se ha adaptado a un ambiente de aguas someras y ricas en vida animal y vegetal.
Puesto que Birmania es un país de clima monzónico, las precipitaciones son fuertemente irregulares, con lluvias muy intensas pero concentradas en pocos meses del año. En consecuencia, el nivel del lago varía sensiblemente de unos meses a otros y los habitantes se han habituado a vivir generalmente en palafitos, casas de caña y madera construidas sobre pilotes y en terrenos que están inundados la mayor parte del tiempo (figura 11).
Figura 11. Típico poblado del lago Inle
Muchos de los habitantes viven de la abundante pesca que se encuentra en estas aguas y faenan desde sus ligeras embarcaciones de escaso calado que manejan ayudándose de los pies para remar con el fin de dejar las manos libres para lanzar las redes (figura 12).
Figura 12. Típica embarcación del lago Inle con la peculiar forma de remar de los nativos
Sobre el lago Inle no sólo se vive de la actividad pesquera sino que existe una relevante explotación agrícola, aunque también ésta se realiza sobre el agua y está plenamente adaptada a las características del lugar. Los cultivos se realizan sobre pequeños lomos de terreno que flotan sobre las aguas o se apoyan sobre el fondo y todo el trabajo de siembra, cuidado y recolección se realiza desde las pequeñas embarcaciones (figura 13).
Figura 13. Recolección del tomate desde las embarcaciones
El hombre ha adaptado plenamente su forma de vida al peculiar entorno físico que representa el lago. Éste supone una gran riqueza pues proporciona un excelente ámbito para la pesca y la agricultura y también en los últimos tiempos para una creciente actividad turística que acude atraída por la belleza de los paisajes y el tipismo de las gentes. Es sin embargo un ambiente bastante frágil porque el tamaño relativamente reducido del lago puede verse afectado por la cantidad creciente de población que vive a sus orillas. Así, aunque se ha tratado de mantener el aspecto de las construcciones tradicionales, han ido apareciendo ciudades de cierta importancia y nuevos servicios como hoteles, escuelas y hospitales (figura 14).
Figura 14. Una niña acude al colegio protegiéndose del sol tropical con su sombrilla multicolor
4. El campo y la montaña
Parte del atractivo de Birmania para el viajero es que es todavía un país bastante intacto, un país eminentemente agrícola y que por razones políticas ideológicas ha quedado bastante al margen de las corrientes de globalización que tienden a que el mundo sea cada vez más homogéneo y que los rasgos comunes primen sobre los particulares.
Las costumbres, a veces ancestrales, perviven en muchos lugares y en muchas de las diversas tribus que conforman el mosaico étnico del país. Entre las costumbres más chocantes para los extranjeros es la de las mujeres jirafa, que alargan su cuello progresivamente intercalando un número cada vez mayor de anillos (figura 15). Esta costumbre, por supuesto en regresión, se puede ver todavía y no sólo en personas mayores sino también en chicas jóvenes, lo que resulta todavía más llamativo y también menos aceptable para nuestra mentalidad.
Figura 15. Niña birmana con el cuello alargado mediante anillos
Como sucede en la mayor parte de las sociedades rurales, la mujer juega un papel decisivo, no sólo en el hogar, sino en muchas de las labores agrícolas y desde luego esto se ve con mucha frecuencia por los campos de Birmania. A pesar de la dureza que muchas veces acompaña al trabajo del campo, las jóvenes birmanas suelen mantener esa alegría y esa sonrisa que les son características (figura 16).
Figura 16. Joven birmana lavando las verduras en una charca
Una de las riquezas de Birmania es la variedad y belleza de sus paisajes, donde poder encontrar excelentes playas, caudalosos ríos, selvas impenetrables y montañas con bosques húmedos que nos ofrecen vistas increíbles. En nuestro recorrido tuvimos la suerte de poder visitar algunas aldeas desperdigadas por montañas sólo accesibles a pie, lo que nos permitió contemplar paisajes de gran belleza y las formas de vida de los aldeanos de la montaña (figura 17).
Figura 17. Una aldea cuyas casas se esconden entre el bosque en la ladera de la montaña
Como en el llano, el papel de la mujer en las tareas agrícolas es esencial y, como en todos los caminos que surcan el país, la sonrisa de los habitantes no falta (figura 18).
Figura 18. De vuelta a casa después de las faenas del campo
El turismo ha tenido hasta tiempos recientes muy poca expansión a partir de los numerosos atractivos del país. A ello han contribuido la tendencia al aislamiento de los propios gobernantes y las campañas alarmistas a las que son tan aficionados los países anglosajones y que tanto daño hacen a países que podrían tener una fuente de ingresos importante en el turismo. Tal vez este hecho contribuya a que el turista sea recibido con una mezcla de interés y de curiosidad, como es el caso del niño que nos mira sonriente apoyado en el alféizar de la ventana de su casa (figura 19).
Figura 19. Niño birmano en la ventana de su casa
Como suele ocurrir en todos los países en vías de desarrollo, el niño ha de colaborar en los quehaceres de la familia y desde muy pequeño ha de aportar sus manos para contribuir a producir y recoger los frutos que la familia necesita para su sustento. Vemos, por ejemplo, el niño de la figura 20, que con no más de tres años acompaña a su madre al campo cabalgando sobre un búfalo, animal domesticado en el sudeste asiático e imprescindible como fuente de energía para las tareas agrícolas.
Figura 20. A trabajar al campo a lomos de un búfalo
Un hecho conocido y también muy llamativo para nuestras mentes occidentales es que ese niño que trabaja en el campo es para su familia una fuente de ingresos más que un gasto y éste es uno de los motivos por los que las familias desean tener muchos hijos y tenerlos cuanto antes. Las mujeres tienen pues varios hijos, frecuentemente desde edades muy tempranas y los llevan consigo en la mayor parte de las tareas que han de realizar (figuras 21 y 22).
Figura 21. Joven madre lavando los cacharros con su bebé a la espalda
Figura 22. Preparando la tradicional torta de harina de arroz
Birmania es un país joven, con sólo un 5% de su población mayor de 65 años (aproximadamente la cuarta parte que en España), pero los mayores muestran en gran medida los mismos rasgos que sus compatriotas, como la laboriosidad y la amabilidad, hasta el punto de que espontáneamente te abren la puerta de sus casas, te piden que pases y te invitan a té (figura 23).
Figura 23. Preparando el té en la cocina de la casa
5. Conclusión
Birmania es, en efecto, un país que te sorprende enormemente. Nuestro desconocimiento de otras sociedades y otras culturas nos lleva con demasiada frecuencia a menospreciar lo que no conocemos y cuando te encuentras en un país con tantos alicientes vives plenamente esa satisfacción tan profunda que sólo el viajar al encuentro de otras culturas te proporciona.
Son muchos los países apasionantes, los lugares que uno no debería perderse, las culturas que te atrapan y te seducen y, desde luego, ése es el caso de Birmania (figura 24).
Figura 24. Birmania es una constante sorpresa para el viajero
Copyright © 2015 Jaime Pereña. Reservados todos los derechos.